Perdonar

Hoy te quiero hablar del perdón. Esta palabra que tiene una conexión religiosa y muchas veces va unida a los errores que hemos podido cometer al otro o las ofensas que nos ha podido hacer el otro.

Hurgando por internet en busca del significado de perdonar he encontrado que proviene de la palabra griega “afiemi” y que significa entre otras cosas, dejar ir o abandonar. Pero además de esto, he encontrado otra explicación que me ha parecido interesante, por lo que lo he aplicado en mis propias experiencias y he visto que tiene lógica y fundamento. Por lo tanto, he pensado que te lo podría compartir para que tú puedas hacer lo mismo y saques tus propias conclusiones. Ahí va...

Hay dos tipos de perdón:

  • El perdón que no tiene nada que perdonar: se da cuando la persona que ha sido ofendida por algo que le han dicho o le han hecho, comprende para qué vivió esa experiencia de ofensa. También comprende lo que la otra persona estaba pasando en ese momento y ve que si él estuviera viviendo lo mismo, probablemente actuaría de forma parecida.

  •  Y luego está el perdón del ego: el que dice: “yo te perdono porque soy bueno, pero no olvido”. Este tipo de perdón de alguna manera sigue afectando a tu mente, a tu inconsciente, por lo que te han dicho o hecho y al final termina manifestándose en forma de malestares físicos, mentales y de relaciones con los demás.

 

Como te he comentado, cuando he visto esto de que existen dos tipos de perdón, rápidamente he empezado a cuestionarlo, buscando en mis vivencias algún episodio en el que el perdón fuera el protagonista. Si quieres que te diga la verdad, me ha costado un poco encontrar alguna situación en la que me haya sentido ofendida y haya sido capaz de ponerme en los zapatos de la persona, que supuestamente me estaba ofendiendo, para después darme cuenta de que quizá yo hubiera actuado igual en su lugar.

En cambio, no me ha costado nada identificar situaciones en mi vida en la que he perdonado a algunas personas por lo que creía que me habían hecho, pero en el fondo, no las he olvidado. Este hecho, la verdad que me ha impactado, porque eso significa que cuando siento que me han ofendido, en mi comportamiento generalmente prevalece el perdón del ego. Ese que perdona pero no olvida.

Pero en mi búsqueda, también he encontrado algo que quizá ya lo sabía antes pero no suelo tenerlo presente en estas situaciones de “perdono pero no olvido”. Y es que los grandes maestros espirituales dicen que cuando uno perdona, el primer beneficiado es uno mismo. Cuando tú perdonas, tú te quedas tranquilo, porque si sigues con ese hilo conductor de resentimiento, de enfado, de odio, de rabia, de ira y de cólera, al final tus emociones y tus sentimientos se acabarán expresando en tu vida. ¿Cómo? Con reacciones que se manifestarán en tu fisiología y biología. Por lo tanto, el perdón no es un acto caritativo hacia los demás, tal y como nos ha enseñado la religión. Es un acto caritativo hacia ti mismo.

Con todo esto en mi cabeza, me he dado cuenta de que con el tipo de perdón del ego, me hago mucho más mal que bien. Es como si quisiera engañarme a mi misma con ese comportamiento, pero realmente siguiera enfadada, sintiendo que me hierve la sangre o bloqueada. Y ahora me pregunto: ¿y qué gano yo con esa forma de actuar? ¿Engañarme? o ¿quedar bien ante los demás?

En cambio si soy capaz de no sentirme ofendida porque de alguna manera puedo llegar a comprender la forma de actuar de la otra persona, me sentiré mucho más tranquila ante la situación, sin tanto enfado, estrés, alteramiento y “locura”.

Viéndolo así, creo que queda claro para qué lado voy a inclinar mi balanza del perdón de aquí en adelante. Cada vez que tenga algún conflicto con alguien y sienta que me ha ofendido, prestaré atención a mi comportamiento inmediato a la ofensa, para así de alguna manera decidir qué tipo de perdón quiero utilizar. Esta pequeña prueba que he hecho, me ha dado otra visión totalmente diferente al que tenía. Por lo que hoy mismo decido que no quiero seguir engañándome con este tipo de comportamientos, porque el rencor y el resentimiento, solo me tienen atrapada en el pasado, en lo que me hicieron o dejaron de hacer, y eso no me deja avanzar tranquila. El dolor producido por esa ofensa viene a mi una y otra vez, y hace que mi malestar esté presente cuando menos me lo imagino; hasta tal punto que mi cuerpo lo ha padecido en alguna que otra ocasión con dolores que aparecen de repente.

Esta es mi experiencia y mi decisión. Pero ahora te invito a que tú también hagas este pequeño análisis, tomes consciencia de tu comportamiento y decidas si quieres seguir igual o hacer un cambio de enfoque.

 

¿Y si al igual que yo decides que este tipo de comportamientos no va a ser el causante de tú malestar? ¿qué pasaría si te centraras en tu bienestar mental?